lunes, 14 de diciembre de 2009

CUENTOS DE TOKIO DE YASUJIRO OZU

CUENTOS DE TOKYO (1953)
T.O.: "Tokyo Monogatari" (Japón, 1953).B/N
Director: Yasujiro Ozu.
Guión: Yasujiro Ozu, Kogo Noda.
Interpretes: Chishu Ryu (Shukishi), Chieko Higashiyama (Tomi , Setsuko Hara (Noriko).
Duración: 130 min.
Sinopsis: Un matrimonio de provincias va a Tokio a ver a sus hijos tras una larga ausencia. El recibimiento de los hijos no es tan cariñoso como esperaban. En su estancia en Tokio comprobarán como los años han cambiado a sus hijos y como la vida moderna está transformando el Japón tradicional que ellos conocen.
Calificación: *****

Lo mejor: Lo que importa es lo que vemos, no lo que se dice.

Lo peor: No hay

La frase: No tienen ideales ni ambiciones, no tienen espíritu de lucha, son hombres de algodón.


Comentarios: Obra maestra de Yasujiro Ozu de sobria belleza. "Cuentos de Tokyo", lo mismo que "Buenos días" (1959), son sendas cumbres en la filmografía de Yasujiro Ozu, maestro del cine japonés cuya obra ha ejercido un gran influjo en directores como Wim Wenders, Jacques Rivette, Lindsay Anderson o el norteamericano Paul Schrader, quien situó al nipón a la misma altura de Bresson y Dreyer.

El guión se erige sobre el argumento que nutre la práctica totalidad de su filmografía, la tensión que embarga las relaciones familiares, la emancipación de los hijos, la muerte de los padres, el paso de una generación a otra; relaciones humanas que el autor siempre trató de forma conmovedora, intensa y lúcida, sin caer en sentimentalismos.


En Cuentos de Otoño Ozu y su coguionista Noda examinan las relaciones entre dos generaciones. Los hijos intentan mostrarse afables y comprensivos, pero los padres sufren la decepción de comprobar que después de los sacrificios de toda una vida dedicada a la familia sólo reciben de sus hijos la ingratitud de quienes ahora los consideran una molestia en sus ocupadas vidas. En casa de su hijo mayor, un pediatra, son atendidos por su amable esposa y dos nietos maleducados, que los miran con cierto reproche por haber tenido que cederles la habitación a los abuelos. Más tarde acuden a casa de su hija, propietaria de un salón de belleza, que no deja de quejarse de su escaso tiempo, mientras recrimina a su marido de ofrecer a los ancianos dulces caros que los ancianos no van a saber apreciar. Reciben de sus hijos un regalo envenenado: una estancia en un balneario, que es una manera de delicadamente impedir que les interrumpan sus vidas. Los padres no consiguen adaptarse al bullicio de los jóvenes turistas. Ni en Tokio ni en el balneario…

Los ancianos sólo encuentran algo de cariño y atenciones propias de una hija precisamente en alguien ajeno a la familia, en su nuera Noriko, viuda de uno de sus hijos. Las esperanzas puestas en sus hijos se ven defraudadas, ven cómo han cambiado y sus palabras hacia ellos no son muy halagadoras "No tienen ideales ni ambiciones, no tienen espíritu de lucha, son hombres de algodón".
Sin embargo, en "Cuentos de Tokyo" lo que importa no es lo que se dice, lo que importa es lo que vemos. En ella se pone de relieve las diferencias entre tradición y modernidad y la crisis de la familia japonesa fruto de los problemas económicos atravesados por el país y agravados por la posterior derrota en la guerra. El funeral de la madre es una continuación de la actitud de los hijos durante la estancia en Tokio: el hijo mayor con prisa por marcharse para atender sus muchas ocupaciones, la hija mayor arramblando con un chal de su madre. La hija menor que vive con sus padres – y conserva el amor y respeto por sus padres – se indigna por la actitud de su hermana y las desgarradoras palabras de la amable nuera Noriko retumban “A cada cual le cuesta su propia vida. Quizá yo también seré así. Es triste imaginarlo”. En ello se aprecia una crítica a la nueva generación japonesa, que abre el país al futuro tecnológico pero no sabe mantener algunos de los sólidos valores del pasado.

Es de destacar el saludo al anciano viudo a través de la ventana de la vecina al final de la película, mismo saludo que en una de las primeras escenas al matrimonio. Con cierta resignación, Ozu viene a decirnos que la vida continúa.

Las tomas de Yasujiro Ozu son casi siempre fijas, a ras de suelo, inmóviles. "Cuentos de Tokyo", por ejemplo, sólo tiene dos movimientos de cámara, sendos "travellings" en el parque y en el espigón. Una desnudez que hace pensar en lo acertado de la aludida comparación del cine del japonés con el de Bresson o Dreyer. Sus encuadres son insuperables, su estilo mesurado y alejado de ornamentos innecesarios. Un auténtico gozo visual que te deja ese gusto agridulce de las películas con alma.

1 comentario:

Anónimo dijo...

He buscado aficionados al cine chino, y japones. en tu blog he encontrado realmente a una persona conocedora del tema, te animo a seguir, me convierto en un fiel seguidor tuyo, pienso que tienes mucho que aportar.